GARDEL Y LA GRAN MENTIRA
En ese primer viaje, fue acompañado por el ciudadano uruguayo, José Razzano, el mismo que falsamente hacía tres años, había certificado como testigo, la falaz declaración que tomara el Cónsul uruguayo en Buenos Aires y en la cual nuestro Zorzal dice haber nacido en Tacuarembó, a la vez que manifiesta que sus padres fueron Carlos y María Gardel. Es decir, Gardel disfraza lo más posible, lo que todos en ese momento sabía que no es cierto.
Volviendo a la falsa imputación a Defino que le formula la ya citada mujer, se puede afirmar que la misma queda destruida, tan pronto se exhibe la verdad, en cuanto a que Gardel conoce a Defino, recién a fines del año 1931 o principio de 1932, es decir cuando ya había realizado dos viajes y lo nombra apoderado en 1933, es decir luego de su tercera visita a su suelo natal.
Si bien Armando Define dice en su libro, terminado por su esposa, que lo conoció a Gardel en el año 1914 en el Café de los Angelitos, ese lo conoció es un término genérico que puede muy bien equipararse a “lo vio”.
Con todo, pudo incluso haber cambiado algunas palabras con el Morocho, pero eso no significa que se hubiera entablado una relación estrecha entre amos.
Es evidente que todo sucedió así, pues de lo contrario, si Defino hubiera comenzado ya en 1914 a fabricar un “Gardel francés”, jamás habría permitido que Carlos cometiera el error de gestionar un falso certificado uruguayo. Para ese entonces Armando no contaba en la vida de Gardel y Razzano. Mejor prueba de lo dicho: Imposible.
Solamente a una persona obcecada y jugada a “todo o nada”, se le puede ocurrir mentirnos y contarnos la historia que Defino, sin conocer a Gardel, ya había urdido su plan.
Lógicamente esta simple versión distorsionada y sin pruebas que nos brinda, la condena de falsedad, en tanto los cinco viajes de Gardel a Toulouse, están perfectamente documentados y probados.
La señora Martina, repite con este episodio, la misma tontería que cometió cuando dijo que Gardel se declaró francés en su testamento, para que lo pudiera heredar doña Berta, cuando es bien sabido y ha sido explicado “mil veces”, que para que ello sucediera, bastaba con nombrarla directamente su heredera, ya que no existía ningún impedimento legal al respecto.
El permanente refrito de situaciones no veraces, generalmente expresadas en el tiempo condicional del verbo, le ha quitado toda autoridad a la seudo investigadora, que no repara – para defender su postura – en mentir e insultar.
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¡Basta para mí!
Deseo que ella continúe sumando infundíos en el conocido sitio del terror "escayolista", para que poco a poco se consuma en su propia mentira.
La señora hace tiempo, dejó de ser creíble.
José Pedro Aresi
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